
Personas vacías, casas vaciadas
Soy aficionado a las relecturas. Cuando leo un libro por primera vez, descubro un mundo; la segunda vez, viajo por él. Al reincidir ya domino el mapa, sé qué va a pasar y puedo recrearme. Por otra parte, la relectura llega en una época distinta de mi vida, cuando tengo otros intereses, he leído y vivido más, y veo cosas que en su momento pasaron desapercibidas o percibo otras de distinta manera.

Imagen: Sarah Gensburger: Witnessing the Robbing of the Jews: A Photographic Album, Paris, 1940-1944, Indiana University Press, 2015
Así me ocurrió cuando volví años después a Si esto es un hombre, de Primo Levi. Para entonces trabajaba sobre el expolio nazi y en todo lo que leía sobre el Tercer Reich o el Holocausto prestaba atención a la cultura material. No en vano, expoliar es despojar a alguien de lo que tiene con violencia o con iniquidad y en todo expolio es tan importante saber quién saquea y por qué, como conocer al saqueado e identificar lo que se saquea.
«Imaginaos ahora -escribe Levi- a un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, la ropa, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad».
Hombre vacío. El hombre vacío es aquel al que se le ha privado de todo. De sus personas amadas. De sus hábitos cotidianos. De sus ideas. Pero también de lo que posee. No es cuestión baladí y así lo entendió Levi al equiparar familia, hogar, costumbres y objetos. Todo ello conforma la tierra donde arraigamos. Como recordaba Maurice Hallbwachs, Auguste Comte observó que el equilibrio mental depende en buena medida de que los objetos materiales que nos rodean día tras día no cambien, o cambien poco, ofreciendo una imagen de permanencia y estabilidad. Al desarraigar a una persona de su entorno y saquear todos sus bienes los nazis pretendían extirparla de la comunidad y, a la vez, anular su identidad. En el caso de las comunidades judías europeas, el desarraigo fue consustancial al exterminio.

Imagen: Sarah Gensburger: Witnessing the Robbing of the Jews: A Photographic Album, Paris, 1940-1944, Indiana University Press, 2015
Hombres vacíos, casas vaciadas. Cuando revisité Si esto es un hombre aún tenía fresca la lectura de La liebre con ojos de ámbar, el libro en que Edmund de Waal rastrea la historia de sus ancestros a partir de la colección familiar de netsukes, pequeñas piezas esculpidas en madera u otros materiales, en forma de huso, hebilla, gancho, o redondeadas con un orificio en el centro, que en el antiguo Japón permitían atar una bolsa al cinto del kimono para llevar pequeños objetos.
De Waal tituló “las lágrimas de las cosas” al capítulo donde relata el retorno a Viena de los Ephrussi, judíos austriacos, sus antepasados, tras la guerra. En su vivienda, todo ha sido saqueado o roto. La casa vaciada de los Ephrussi se corresponde con el hombre vacío de Levi:
“En la biblioteca, Elisabeth encuentra el escritorio de su padre. Hay algunas alfombras. Pero aun así es una casa vacía. Más exactamente, es una casa vaciada. El trastero está vacío. Las repisas están vacías. El armario de la platería está vacío y también la caja de seguridad. No hay piano. No hay vitrina italiana. Ni mesillas incrustadas de mosaicos. Han desaparecido los globos terráqueos, los relojes y los sillones franceses. El vestidor de su madre está cubierto de polvo. Han puesto allí un archivador”.
La imagen que pinta De Waal remite a un palacio de la gran burguesía vienesa, con sus pianos, vitrinas, platería y sillones franceses. Podría dar la impresión equívoca de que hubo un expolio de clase, un saqueo a los judíos ricos. Pero no. El pillaje de los judíos fue sistemático, general, absoluto, vinculado al hecho de ser judío según las leyes de Nuremberg, con independencia del nivel de renta. Una vez deportados, los nazis sacaron de sus casas y redistribuyeron todo lo que allí había: bombillas, juguetes, ropa interior, toallas, paraguas, vajillas, lápices… También los cuadros, aun cuando no fueran obras de arte: la copia de un artista amateur, el retrato del abuelo, la pintura religiosa, el paisaje naif, los dibujos de los niños… Todo fue a parar a grandes almacenes donde se acumulaba y después se redistribuía entre el resto de la población.

Imagen: Sarah Gensburger: Witnessing the Robbing of the Jews: A Photographic Album, Paris, 1940-1944, Indiana University Press, 2015
Las casas a las que regresaron los supervivientes habían dejado de ser hogares para convertirse en espacios fríos, extraños y vacíos. En Italia, Goti Bauer, superviviente de Auschwitz, trató de recuperar parte de su ajuar y recorrió varios domicilios: «Ahora ya son nuestras cosas. Nos las dieron los alemanes», le respondieron en todas partes y no quiso pelear más. Otros, ni siquiera pudieron regresar a sus viviendas porque las hallaron habitadas por otras familias: en Francia hubo un runrún antisemita entre 1946 y 1947 cuando los judíos retornados trataron de recuperar sus apartamentos; en Polonia, los supervivientes fueron recibidos con nuevos pogromos.
¿Era posible pensar en muebles, en hogares, en confort, tras volver de Auschwitz? Daniela Padoan le preguntó a Liliana Segre, superviviente, si alguien le ofreció restituirle el mobiliario perdido. «Nunca habrían podido compensarlo porque cada casa tiene una historia irrepetible. Pueden comprarte un sillón mucho más bonito, pero nunca será tu sillón», respondió.
Y, en cualquier caso, replicó Goti Bauer a una pregunta similar, «después de lo que has vivido, de lo que has visto, ¿qué te importan las cosas materiales?». Bauer lo sabía bien porque durante mucho tiempo ni siquiera fue capaz de dormir en una cama. «Esto te lo puede decir cualquier superviviente: quien se ha acostumbrado a dormir sobre la madera o sobre el suelo ya no soporta la comodidad, la suavidad de un colchón». Los nazis también arrebataron a sus víctimas el derecho a descansar.
Referencias:
De Waal, Edmund: The Hare with Amber Eyes: A Family’s Century of Art and Loss, New York, Farrar, Straus and Giroux, 2010.
Gensburger, Sarah: Witnessing the Robbing of the Jews: A Photographic Album, Paris, 1940-1944, Indiana University Press, 2015.
Levi, Primo: Si esto es un hombre, Madrid, Muchnik 2002.
Padoan, Daniela: Como rana en invierno. Tres mujeres en Auschwitz, Madrid, Altamarea, 2019.
Wieviorka, Anette y Floriane Azoulay: Le pillage des appartements et son indemnisation, Paris, La Documentation française, 2000.