Choque de trenes, choque de memorias

Hay objetos que nunca estuvieron allí cuando ocurrieron los acontecimientos políticos traumáticos que rememoran. Aún así, los invocan simbólicamente. Son objetos nuevos, recientes, pero que acarrean sobre sí viejas historias de dolor y pérdida. Objetos vicarios, que remiten a las personas que sufrieron la violencia. Por ejemplo, las 70 sillas vacías en la plaza de los Héroes del Gueto, de Cracovia, recuerdan que desde aquel lugar se organizó el transporte de judíos hacia los campos de exterminio bajo el Tercer Reich. O las 11.541 sillas rojas que en abril de 2012 llenaron las calles de Sarajevo en una instalación temporal, que remitían a los 11.541 muertos de la ciudad durante la Guerra de Yugoslavia, veinte años atrás. O los zapatos, también rojos, de la exposición que en 2009 organizó Elina Chauvet en Chihuahua, que reivindicaban a las víctimas de feminicidios en el país. Sillas, carritos y zapatos apelan a los muertos, los remplazan, los traen ante nosotros.

Dani Karavan. Memorial de Gurs. Fotografía del autor

Dani Karavan. Memorial de Gurs. Fotografía del autor

Los trenes, y las vías sobre las que circulan, constituyen un símbolo claro del Holocausto. La imagen de un tren de carga remite sin apenas necesidad de explicación al universo concentracionario nazi en su conjunto, al traslado forzoso de prisioneros en vagones de ganado. Las vías evocan la imagen icónica de la puerta principal de entrada en Auschwitz-Birkenau. Nada tiene de extraño, por tanto, que cuando en los años noventa del pasado siglo la Amicale du camp de Gurs encargó al artista israelí Dani Karavan la creación de un memorial en el lugar que había ocupado el campo de concentración, en la Navarra francesa, Karavan pensara en reconstruir las vías de un tren.

Karavan. Memorial de Gurs. Fotografía del autor

Dani Karavan. Memorial de Gurs. Fotografía del autor

El campo de concentración de Gurs fue creado en 1939 por la Tercera República francesa para refrenar la avalancha de republicanos españoles que atravesó los Pirineos al final de la guerra civil. Por sus casi dos kilómetros de largo pasaron en torno a 25.000 republicanos y brigadistas internacionales que lucharon en España. Pero la historia del campo no terminó ahí. Cuando el Tercer Reich invadió Francia, los nazis y sus socios colaboracionistas de Vichy encerraron allí a disidentes políticos, a gitanos y, sobre todo, a judíos procedentes de Baden, Renania y el Sarre. Más de mil murieron por la desnutrición y por el frío. El resto acabaron en Auschwitz. Gurs nunca fue un campo de exterminio, pero sí formó parte del universo concentracionario nazi: no tenía cámara de gas, pero fue una escala en el camino de muchos judíos hacia ellas.

La elección de Karavan parecía, pues, apropiada. A estas alturas, el artista tenía tras de sí una impresionante trayectoria en la construcción de monumentos que evocaban la Shoah. Entre 1969 y 1972 diseñó el Memorial del Holocausto para el Weizmann Institute of Science, en Israel. En 1993 había inaugurado el Camino de los Derechos Humanos en la ciudad de Nuremberg, centro espiritual del Tercer Reich. En 1994, cuando construyó el Memorial de Gurs, también trabajaba en Portbou, erigiendo el Memorial dedicado a Walter Benjamin.

Así pues, Karavan diseñó para Gurs un Memorial que vinculaba el campo de concentración con la gran tragedia paneuropea del siglo XX: el Holocausto. Y la idea que concibió para enlazar Gurs con Auschwitz fue la creación de una vía férrea de 200 metros de longitud que unía dos grandes estructuras: una parcela rodeada de alambre de espino y el esqueleto de un barracón. El conjunto recreaba de forma simbólica el camino hacia los campos de concentración y de exterminio.

Cementerio de Gurs

Cementerio de Gurs. En el primer plano, las tumbas de Gregoria Lana, republicana española, y Simon Durlacher, ciudadano alemán de origen judío, fallecidos ambos en el campo en 1940. Fotografía del autor

La vía férrea era un símbolo… pero lo cierto es que nunca hubo una vía férrea en Gurs. Mientras el campo estuvo en uso, los trenes solo llegaban hasta la estación de Oloron Sainte-Marie, a unos 25 kilómetros y luego los presos eran trasladados al campo de concentración por carretera. Era un detalle que, a priori, no tenía por qué importar, aunque no faltó quien protestase porque aquella elección falseaba la historia real del campo. Pero el objetivo de un memorial no es reconstruir fielmente el pasado, sino evocarlo. Y las herramientas para despertar emociones no tienen por qué nutrirse necesariamente de la realidad.

Cabría pensar, por tanto, que la decisión de elegir el tren, símbolo universal de la barbarie, debería haber suscitado un respaldo unánime. Pero no fue así. Muchos republicanos españoles supervivientes sintieron que la vinculación simbólica de Gurs a Auschwitz ninguneaba su trayectoria específica, que el tren no les representaba, que su sufrimiento quedaba subsumido, ninguneado, subordinado a otro relato, el del Holocausto, que percibían lejano y distinto y que el memorial privilegiaba, como ha escrito Jean-François Vergez, «a unas categorías de internos por encima de otras».

De hecho, por las fechas en que la Amicale de Gurs encargó el memorial a Karavan viejos republicanos españoles que habían sido internados en el campo protestaron porque sentían sus vivencias desplazadas. Buenaventura Cires, por ejemplo, escribió al boletín de la asociación lamentando que soslayara la memoria republicana, al hilo de una estela erigida en el centro de Gurs por las mismas fechas que homenajeaba a los judíos internados por el Tercer Reich y evocaba «a todas las otras categorías de internos que había sufrido en el campo». Resultaba evidente, replicó la Amicale, que “las otras categorías” incluían a los españoles y a los brigadistas internacionales, y que ya existía una estela que les recordaba expresamente en el cementerio. La réplica de la Amicale era cierta, la estela dedicada a los republicanos llevaba tiempo en el camposanto. Pero ello no impidió que muchos republicanos sintieran que su consideración como «otras categorías» les desplazaba del centro del relato sobre Gurs.

Dos memorias colectivas habían entrado en colisión en torno a un objeto, la vía de un tren, cuestionando su validez como símbolo integrador. Hoy apenas nadie discute el memorial de Karavan. En parte, porque la generación de republicanos españoles ingresados en el campo de Gurs ha ido desapareciendo.  En parte, también, porque a mediados de los noventa los relatos sobre el exilio republicano y el universo concentracionario nazi estaban disociados, pero el trabajo realizado en las últimas décadas para reconstruir el destino de los republicanos españoles en los campos de concentración y exterminio del Tercer Reich ha contribuido a vincular ambas memorias.

No obstante, en los años noventa no era así y el caso muestra cómo un mismo objeto puede representar cosas distintas para comunidades con diferentes perspectivas del pasado. Lo que para una puede ser terapéutico quizás cause en otra un efecto traumático. También nos recuerda, en última instancia, que los objetos poseen tantos significados como los que individuos o comunidades quieran atribuirles. Y eso implica que en torno a un mismo objeto se pueden construir discursos memorialísticos de muy diversa naturaleza y, en ocasiones, antitéticos.

Referencias:

«11.541 sillas vacías en Sarajevo para rememorar a las víctimas de la guerra», ABC, 6 de abril de 2012 https://www.abc.es/internacional/abci-sarajevo-victimas-aniversario-201204060000_noticia.html

Amicale de Gurs: Bulletin de liaison et information, nº 55, mars 1994.

Chauvet, Elina: «Zapatos Rojos» https://www.elinachauvet.art/zapatos-rojos

Laharie, Claude: Gurs 1939 – 1945 un camp d’internement en Béarn. De l’internement des républicains espagnols et des volontaires des Brigades internationales à la déportation des Juifs vers les camps d’extermination nazis. Biarritz: Atlantica, 1985.

Ochsner, Jeffrey Karl: «Meditations on the Empty Chair: The Form of Mourning and Reverie», American Imago, 73(2), 2016, 131-163. https://doi.org/10.1353/aim.2016.0009

Vergez, Juean-François : «Histoire, memorie et patrimoine de la Seconde Guerre mondiale en Béarn et Pays basque», Laurent Jalabert (ed.) : Les Basses-Pyrénées pendant la Secinde Guerra mondiale, 1939-1945, Pau, Presses de l’Université de Pau et des pays de l’Adour, 2013, 171-187.