La fetidez del desaliento. Una narración sobre azúcar, enfermedad y muerte

Verano de 2021 en el Pueblo Viejo de Ledesma. Estamos recorriendo en una siesta a pleno sol jujeño el entorno de la fábrica de una de las empresas argentinas con mejor perfomance económica del año. Rodeando el Centro de Visitantes, donde nos acaban de entregar brillantes folletos que al mismo tiempo defienden la ingesta de sacarosa que hacen campañas contra la diabetes, una gigantesca y maloliente pila de bagazo domina el paisaje tropical. Tractores y trabajadores a su alrededor parecen puntos pequeñísimos en el paisaje, al ser comparados con la enormidad del desecho de la caña de azúcar luego de la zafra. El asombro crece además porque un guía del Centro nos explica a través de una prístina maqueta blanca que reduce a una escala mínima y abarcable con la mirada el bloque de desechos y olores imposibles, que la inhalación del bagazo es inocua. Consustanciado con los principios de la compañía, también señala que la empresa brinda a sus empleados no sólo trabajo, sino también viviendas, escuelas y como no, hospitales. Ledesma es todo: la que genera la enfermedad y la que proporciona el remedio.

No hay sorpresa, después de todo, como en otros emprendimientos industriales nacidos en Europa, también en Ledesma se gestaron instrumentos paternalistas para “proteger” a los obreros, y ofrecerles las ventajas de una urbanización cerrada, a favor de la máxima lealtad y obediencia. El cuidado de la salud era parte de los beneficios patronales. Pero, ¿cuáles eran las amenazas?

Vayamos hacia atrás. La empresa se instala a principios del Siglo XX en Jujuy, en un área muy apta para la producción azucarera, que se expande con la explotación de trabajadores de otras provincias y países vecinos, en especial, de miembros de comunidades indígenas. Poco dice la historia de la empresa del extenuante trabajo de la zafra, con sus jornadas eternas en un clima inclemente y escasos salarios. Porque no es casual que, en 1960, la provincia de Jujuy tuviera los peores índices de calidad de vida de todo el país, con una enorme brecha no sólo comparada con la capital argentina, sino con la de otras provincias del Noroeste. A la altísima mortalidad infantil, se le unían los accidentes laborales, entre los cuales estaba la bagazosis. Enfermedad pulmonar producida por la exposición crónica al polvo de los desechos de la caña de azúcar, el bagazo no es por lo tanto sólo una pila de inmundo olor, en sus miasmas esconde el peligro. Pero ¿se puede morir por el bagazo?

No hace mucho, en 2006, Olga Márquez, integrante de Madres de Plaza de Mayo, fue una de sus víctimas. Olga había denunciado el complot de la empresa en la desaparición de su marido, Luis Aredez. En una noche del fatídico 1977, en un episodio oscuro la empresa habilitó a que las fuerzas represivas tuviesen medios y oportunidad para secuestrar a 400 personas, de las cuales 40 nunca regresaron. Entre ellas estaba Aredez, médico del hospital del Pueblo de Ledesma y también intendente de la localidad cercana (Libertador General San Martín), quien había denunciado además de la escasez de medicamentos, la ingente cantidad de enfermos por la pobreza o por razones laborales.

Años después Mario Paz, ex jefe de personal de la empresa, no tuvo empacho en afirmar, en una entrevista para el documental Sol de Noche, el enorme prejuicio que supuso para Ledesma la labor de este excelente pediatra, de quien reconocía su indudable profesionalidad pero al que, al mismo tiempo calificaba como “carajito” y “zurdo” por atreverse a recetar antibióticos a los hijos de los trabajadores. Estos comentarios explican por qué Olga no pudo, a pesar de sus esfuerzos, encontrar a su marido. Enferma del bagazo, falleció mucho antes de que se abriese el primer juicio contra los dueños de Ledesma. Como muchas otras mujeres, que siguen yendo a la ronda de los jueves, buscando a hijos y nietos desaparecidos. Porque si bien, formalmente, la dictadura cívica-militar finalizó en 1983, a día de hoy sus efectos nefastos no han terminado, y entre esas consecuencias está la explotación laboral y el desprecio por las vidas humanas. Hoy en día, el bagazo sigue existiendo allí, en Ledesma, como amenaza oscura que se cierne sobre algo tan común, pero a veces, tan difícil, como respirar.

EL BAGAZO EN LEDESMA